¡Jubilación!

Al fin, me he jubilado. La última página del calendario recoge un verso del salmo 126: "Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán". Después de esto resulta difícil creer en las casualidades. Al jubilarme, he decidido pasar página. Son muchos años de frutos verdes y maduros que han salpicado el camino. Pero sólo el futuro importa. El pasado es inamovible. Soy más viejo, pero jamás en mi juventud gocé de la plenitud de ahora. Soy más sabio, conozco mis límites, sé definir la línea que demarca el precipicio del abismo humano. He apurado las miserias de la carne, me ha salpicado el cieno de la corrupción. Fui consciente de mi malévola naturaleza. Parafraseando al apóstol, "Lo que no quiero hacer, eso hago; lo que quiero hacer no hago". Ha llegado la jubilación. Soy libre. Ya no soy siervo de los hombres sino de la entelequia del estado. De éste ya solo nos libra la muerte, que es el reino de lo apolítico. Donde la condición humana hace cesación de su naturaleza. No quiero pensar en la muerte. Mi padre sobrevivió 26 años tras la jubilación. Intentaré emularlo en lo posible. No es nada fácil. Mi edad se aproxima a la de Abraham, más aun en la senectud Dios le prometió que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo. La paternidad biológica no  sé si será posible, pues es cosa de dos. Hace falta que un útero complaciente acceda a la perpetuación.
Vislumbro como más posible la fecundación espiritual. El parnaso me está esperando. Sueño que mi nombre quede grabado por el esplendor de las musas. Pido a Dios que de energías para emprender una nueva novela. Pero no para una solo, sino para unas cuantas más y para que se nos habran las puertas de las editoriales y para que nuestros lectores proliferen como las estrellas de Abraham.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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