DESCUBRIR MANTOVA

Mantua, o Mantova, como se escribe en italiano, participa en primer lugar de la ventaja, como ocurre por ejemplo en Vicenza, de no padecer ese estrés agobiante del turismo masificado. En Mantua se pueden recorrer sus piazzas y stradas tropezándose uno únicamente con grupos de turistas contados, lo cual hace, desde luego, más agradecida la visita.

Mantua se halla, pues, ligeramente desviada de esas rutas maestras del turismo tradicional en Italia. Esto le confiere cierta virginidad de discreta ciudad de provincias que, no obstante, cuenta con un rico pasado con que embelesar la curiosidad y las ávidas cámaras de los cazavistas. Esta relativa marginalidad obliga a viajar a ella ex profeso, pues parece no existir una comunicación idónea con las grandes urbes. Desconozco si de Milán o Roma parten trenes directos; pero para quien como yo suele asentar su campamento en Venecia, es necesario para acercarse a Mantua un obligado transbordo en Verona.

Al apearse en Mantua, nada en la periferia de la estación concitará nuestra curiosidad, pues esa parte la conforman barrios de edificación relativamente moderna que no difieren en demasía de otros de diferentes partes del mundo. Abrá que penetrar las calles que salen al paso, muchas de ellas de aceras porticadas como en Bolonia, para acceder al que fuera ese núcleo vital e histórico de la ciudad. Encontraremos su verdadero centro en plaza Sordello, allanada en época de los Gonzaga y que congrega los edificios más emblemáticos de la ciudad, como la fachada del palacio Ducal, el Duomo de San Pedro, el palacio Bianchi, el Bonacolsi o el Uberti.
La fachada del Palacio Ducal es caracteristica del gótico italiano, parejo al que puede observarse en Ferrara, Bolonia o Verona. Su vasta área se extiende hasta la periferia, junto a las orillas del lago Inferior, frente al cual levanta el baluarte del castillo de San Jorge. El palacio Ducal constituía una ciudad dentro de la ciudad, conformando ese marco palaciego donde reinaba la poderosisima familia Gonzaga. En su buena época, tan fenomenal complejo lo formaban no menos de 500 habitaciones, además de patios y jardines e interminables pasillos y corredores que acogían un tesoro incomparable de obras artísticas. Entre las muchas salas del palacio que merecen mención especial se encuentra la denominada degli Sposi, donde Mantegna diseñó un de los espacios más sugerentes del Renacimiento. Destaca en la sala el retrato familiar, donde se observa al poderoso Ludovico, acompañado de las damas de la familia y un número determinado de parientes, secretarios y bufones. Se conjetura que alguno de los retratados pudo ser Leon Batista Alberti. Otra de las salas a tener en cuenta en el palacio, es la llamada de Troya, donde Giulio Romano, bajo el mecenazgo de Federico II Gonzaga, el que sublimemente retrató Ticiano, recoge vistosos pasajes de los cantos homéricos. Esta colaboración entre dos personalidades tan conspicuas tuvo su culminación en ese otro palacio construido casi en las afueras de la ciudad, el del Tè, donde el pintor agota las posibilidades decorativas del manierismo. El palacio en definitiva es un elocuente testigo del escabroso refinamiento que alcanzó la corte de Federico.

Otra de las particularidades de Mantua es la de contar con un par de Duomos, uno el de San Pedro, que llamaría notoriamente la atención del visitante si pudiera evitar la comparación con Sant´Andrea. Las proporciones de esta basílica asombran por la amplitud de su planta y la majestuosidad de su fábrica. Fue levantada para custodiar la reliquia de la sangre de Jesús y contó para ello con los planos del Alberti, quien basándose en el elemento clásico del arco romano interpetró toda la obra. El resultado es un conjunto de proporciones sublimes, en el que conjuga el lenguaje pagano con el religioso, para realzar éste dotándolo de un dinamismo vital del que carecía el gótico y sobre todo el lineal románico de la nave del pequeño duomo de San Pedro, en plaza Sordello

De muchas más bellezas se adorna Mantua, de las que en cualquier otro inciso trataremos, como el teatro Científico o la rotonda de San Lorenzo y la Torre del reloj, en plaza del Herbe, contigua ésta a la de Sordello y vecina de Sant`Andrea, que configura un espacio donde gozar de forma más relajada de la ciudad frente a un buen plato de pasta o pizza. Por todo esto y mucho más, de Mantua no se ausenta uno sin llevarse un recuerdo imborrable junto a la dulzura del eco de esa extraña saudade que en sus Bucólicas evocó Virgilio.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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