LAS CARTAS DE ITALIA DE JOSEP PLA

Las Cartas de Italia ofrecen esa visión subjetiva, llena de matices y descubrimientos, de esas facetas inadvertidas que puede aportar el viajero experimentado que observa la realidad tras el prisma de un refinado bagaje. Sus impresiones son tan ricas en descripción como en reflexión, y a la postre ofrecen las buenas cualidades de un acercamiento tan crítico como sentimental. Su compromiso con Italia no es el del mero observador sino el del confidente que se involucra en el pulso de su cotidianidad, y nos sugiere una realidad desnuda de maquillaje que alcanza a revelar lo que hay tras ese telón que nos oculta esa Italia estereotipada, abundante en lugares comunes, y servida junto a una ración insípida de spaguettis.

Las cartas de Italia tienen el valor testimonial de cómo era el país en épocas precedentes; nos hablan de una Italia todavía no desfigurada por el turismo masificado, donde acaso la vida discurría sin esa prevención interesada de una vivencia que se siente observada por el visitante. La Italia de hoy se muestra grosera con el extranjero, celosa de sentirse interferida en su cotidianidad, pero no desdeña cierta reserva que le aconseja vigilar al intruso con el rabillo del ojo, pues para un alto porcentaje de nativos el auge turístico significa un modus vivendi. Esto hace que todo viajero bisoño reciba ese sucedaneo de país adulterado en sus primeros contactos, que sólo perciba la imagen sublimada de su escaparate, vistosa pero tal vez falseada. La Italia de Pla, sin embargo, remite a la viejas rutas, donde era primordial la aventura del descubrir, cuando montado en una carro tirado de mulas se emprendían itinerarios por terrosas carreteras que culminaban en un destino legendario, Urbino acaso, o tal vez Rímini o Ravena. Pla se involucraba en cada sorpresa que le salia al paso; poseía el vicio del diletante, ese que considera superfluo todo lo que en Italia no signifique arte,pero su curiosidad no era reacia a los aromas de la trattoria, a apelmazarse con el bullicio de la plaza comunal o patear el petreo enlosado en los vericuetos descarriados de algunos pueblos. Sabia medir el pulso con el que palpitan o palpitaron las frustradas repúblicas; no le escapaban las excelencias de Bolonia, ni en sus teatros ni en la mesa; los fastos de Florencia le eran perfectamente conocidos como la contrastada variedad de su agro, donde destaca la larga pincelada del ciprés, junto a esos ocres donde se cultiva el cereal o las laderas mas yermas donde verdean las cepas de la vid. Tenía sus prefencias, que hasta cierto punto coinciden con las mías, Venecia y Siena. En sus textos, deja aflorar la pasión al describirlas, y se esmera hasta allí donde alcanza lo poético en su prosa. Y al entreabrirnos los secretos de su corazón, penetrado en cada uno de sus poros por todos los matices de esa península incomparable, nos descubre esa ciudadanía mediterránea que reservaba para sí ese catalán universal.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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