VENECIANAS XXIII: PASEOS POR LOS BARRIOS DE VENECIA

Desde San Marco, penetrando en dirección este hacia Castello, se desemboca en el pequeño campo donde se levanta la iglesia de San Zaccaria. Esta es una de las iglesias más emblemáticas de Venecia; como a tantas otras la preside la imagen de un Cristo y la fachada se haya ricamente recubierta de mármoles. Es obra de Codussi, arquitecto que con tan bellos ejemplos dignificó tantos rincones de la ciudad. La fachada presenta ese estilo curvilineo que el arquitecto adoptó en tantas de sus obras, tales como la Scuola de San Marco, el palazzo Venmdramín o San Michelle in Isola. Mas pese a la pertenencia de la fachada a este estilo renacentista, la fundación del templo se remonta a épocas anteriores, como demuestran los arcaicos vestigios de su cripta. San Zaccaria es un templo donde uno gusta detenerse a meditar mientras contempla con detenimiento la magnífica obra pictórica que la embellece, con los ejemplos tan celebrados de Bellini o Palma el Viejo. Constituye con San Marco y San Giovanni y Paolo el grupo de templos institucionales de la ciudad, pero bajo las arcadas góticas de su nave uno puede experimentar el verdadero recogimiento, desgranar la cadencia del tiempo en el remanso del espíritu y penetrar en el contrito silencio eternales presagios.

Prosiguiendo con ese itinerario que nos aleja del bullicio de San Marco, uno se encuentra en el corazón del barrio griego de Venecia, en su día nutrido por un gran cotingente de helenos y dálmatas residentes. Frente al rio que lo cruza, se advierte siempre gran animación. Cada vez que lo visito, suelo tomar algún refrigerio en la pequeña cantina de los aledaños del puente, desde donde se obtiene una visión cabal y precisa de la vida en un barrio veneciano. El puente es transitado continuamente por nativos y turistas, y los gondoleros vigilan el entorno en busca de posibles clientes que puedan costear sus precios abusivos. El trafico incesante de embarcaciones y el vuelo tangencial de las gaviotas le confieren un especial colorido. En las terrazas de los ristorantes que dan al canal proliferan los clientes. El tiempo allí transcurre moroso y placentero, suavizado por la dulce brisa del canal. En la actualidad desconozco el número exacto de población que compone la colonia griega, pero en tiempos de esplendor de la República fue bastante numeroso. Contó con vecinos tan notables como Domenico Theotocopuli, que allí absorbió las primeras enseñanzas del canon occidental y descubrio el milagro del color en los talleres, acaso, de Tiziano y Tintoretto.

El barrio y el canal se hallan presididos por la sombra oblícua del pendente campanile de San Giorgio dei Greci. Resulta dificil poder visitar la iglesia, la cual observa desde tiempo inmemorial el rito ortodoxo. Junto a ella, se puede visitar un pequeño museo donde contemplar la vieja tradición oriental de los iconos, auténticas joyas algunos de ellos que harán las delicias de los adictos a los recorridos museísticos. Pero, como digo, visitar el templo resulta complicado: es menester acertar con el horario adecuado en la estación adecuada. En mi última visita al barrio, me resultó imposible entrar en el templo pues en ese momento se celebraba el oficio; un buen grupo de popes constatinopolitanos observaban sus ritos parsimoniosos, luciendo atávicas vestiduras y cumplimentando extrañas liturgias. Cuando se tiene oportunidad de visitar la iglesia, lo cual graciosamente sólo puede deparárnoslo la fortuna, su recoleto interior no defrauda; deslumbrante por la auríflua luz de sus iconos, transparenta la mañana veneciana a través de sus bellas vidrieras o transfiere su sosegada atmósfera con el refuerzo de sus tenues lámparas sobre el ámbito penumbroso. En aquel recatado espacio bizantino, el esplendor dorado de los iconos de Damaskinos y demás artistas sacros de la escuela oriental deudora del Athos no decepciona, y el viajero retorna a su incansable periplo complacido y con espíritu grave, dejando penetrar ese oro místico en el poso inquietante de su alma.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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