Stardust

 Oigo a Coltrane. Mis lecturas reposan a los lados de la mesa. Leo a cuentapáginas el Paradiso de Lezama. Estos cubanos, acaso como su isla, son de una feracidad lujuriante. Creíamos que lo de Carpentier era el culmen, pero es que no habiamos tratado con Lezama. Siguiendo con los libros, divulgo que he conseguido una edición cuidada de Una cuestión de honor, de Conrad. Apresuradamente, me puse a releerla. Es una novela breve que me fascina. Acontece en esa época mítica de Bonaparte, con el roce entre dos húsares antagónicos en los salones de una madame. Ese duelo irremisible sin cuartel, es una experiencia que suele suceder cuando se pretende depredar la vida. Tengo más lecturas: Baroja postergado ante el afán evasivo de sus novelas de aventuras y viajes. Prefiero al Baroja que se ocupa del descarnado Madrid. Es un Galdós sin casticismos. He adquirido Abel Sánchez de Unamuno, obedeciendo a una recomendación via internet de Amando de Miguel. Como para todos los hombres, también para los intelectuales, es una contrariedad hacerse viejo. Con de Miguel coincidí hace tiempo en el café Gijón, encuentro que no pasó de eso, de coincidencia, pues él platicaba en una mesa distante con un conocido, y yo no dejaba de ser un anómino que osaba incursionar en ese ateneo de celebridades. Aunque a día de hoy parece un café poco frecuentado, y lo único llamativo es la factura. Se ha sumado a la aureola de un Florian o un Cuadri en Venecia. La noche avanza sigilosa. La música de Coltrane va sondeando el silencio constreñido mientras abre los laberintos de mi mente. Es una música con un sentido terapéutico freudiano. Freud sigue vendiendo; pese a su hipotética ciencia, continúa siendo un buen narrador. Aun recuerdo las páginas fascinantes  del Malestar en la cultura o Tótem y Tabú. Se entromete, intromisión digna de la psicopatología de la vida cotidiana, la efigie de  Thomas Mann, que me observa desde la pared donde lo he encumbrado en mi despacho. Tenía la intención de descolgarlo durante la última remodelación de mi "habitación propia", pero ha sobrevivido como los viejos veteranos de la guardia clásica. Los Budenbrook, La Montaña Mágica, Doctor Fausto, José y sus Hermanos, es demasié pa el intelecto. Un compañero en la Mili me motejaba como alias Thomas Mann. El también se llamaba Thomas, o como tal lo txapurreen en vascuence. Por ese tiempo ya debía yo de haber leido los más esencial del escritor de Lübeck. Ciudad perteneciente a la liga Hanseática en donde debe hacer un frío de perros. Perros no tengo, pero suelo ser muy friolero,y no entiendo a quienes pierden su tiempo con mascotas. Me falta tiempo para ocuparme de lo perentorio. Son la una en el reloj redondo de pared situado encima de la foto de Thomas Mann. En la Montaña Mágica se especula con la relatividad del tiempo. El tienpo es caudaloso como el agua, incoloro, inodoro e insipido. Puede uno quedar aplastado bajo el peso de sus siglos como por un marabunta o tomarlo a sorbos, con el vaso de apurar de cada momento su afán. Baste a cada día su afán, son palabras de Jesús, aunque también podrían  adjudicársele a Salomón. Éste parece ser que no fue buen rey; no supo preservar con suficiente celo el culto de Yahvé y se rodeó de un harén abarrotado de concubinas, que seguramente lo despedazaron con sus intrigas. De ahí el sabor amargo de sus consejos y probervios. Su padre David nos legó la joya de los Salmos y la esperanza de una estirpe, el lirio de los valles y la rosa de sharon. Mañana amanecerá. Nos traerá las bendiciones dominicales. Seguiré leyendo y esperando, y saborearé el regalo de continuar vivo. Stardust ha dejado de sonar en el giradiscos. ¡ Hasta mañana!


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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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