Cosas del jazz

 Antes no me gustaba el jazz. Lo consideraba un asunto de negros, como el flamenco lo era de gitanos. Hoy no puedo pasar sin escuchar a Coltrane. Antes, el jazz era una música que yo asociaba a lo ilícito. Sabía al ocio pervertido de la noche, al tintineo del hielo en los vasos chatos y reprobables de whisky. Esa sensación tenía cuando descorría la cortina del bar de Cornelio, y observaba su opulenta humanidad oscura tecleando en el piano la melancolía decadente y suburbial americana en un entarimado mediterráneo y ajeno. Lo primero que hacía el cliente, tras acomodarse en el local, era encender el cigarrillo y observar la noche entre las mesas dispuestas en la discrección de la penumbra, mientras el humo del tabaco ascendía hasta confundirse con la masa gaseosa que enturbiaba el aire del antro y la música lentamente nos envolvía en su catarsis. Luego apurar a sorbos pequeños la cerveza, en tanto la sobriedad regía aun la conciencia. Más tarde sumergirse poco a poco en el pozo de la noche. De joven persiste la esperanza de que surja algo recomendable de entre las sombras. Pero solo se colmaba la ansiedad de nuestro ensueño con devaluados sucedáneos y la cadencia del piano que desgranaba las perlas exóticas de una música impostada. En la soledad tenebrosa de la sala se aguardaban las bendiciones del infierno prometido, como auspiciaban los Rolling y otros degenerados del pop. Pero la noche era solo negra, con matices dorados de lámparas y quincalleria. Cornelio lo era todo, pianista, barman, y mantenía a raya a los borrachos. El pub representaba a esa indecencia consentida, donde se trasgredían las barreras hasta donde el oscuro portero de noche consideraba conveniente. El pub de Cornelio ya no existe, ocupó una época en la que yo no supe asimilarlo. Hoy lo hubiera aceptado con morigerada camaradería, aspirando los momentos mágicos del jazz en la noche, una noche que ya no nos penetra de perversión denigrante. Pues el saxo de Coltrane ya no me suena a abismos de pecado, sino a melodía esperanzada de redencion.


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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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