Perlas en la pocilga


 Esta reseña podría titularse como "el buscador de libros, el cazador de libros o bien el rescatador de libros". Es una actividad análoga a la del anticuario, al perista, al recolector de arte, que bien por descuido de los indiferentes o sobreabundancia desdeñosa da, para su satisfacción, con un objeto despreciado que ha acabado en las escombreras culturales y que él rescata como a las perlas de la pocilga. Hoy abundan los rastrillos de segunda o low cost. Uno de mis entretenimientos más gratificantes de jubilado es recorrer los dispersos antros buscándo madreperlas en criaderos de mejillones. Y no creáis, de cuando en cuando surge lo inesperado. Basta con tener un buen olfato bibliofilo y un conocimiento exacto de la historia literaria y editorial, que los lectores menos curiosos o bisoños desconocen o infravaloran, para que el milagro se haga frecuente y colme reprimidos deseos.
 Hay muchos días que nos levantamos melancólicos, hostigados por la pesarosa realidad: en la familia persiste alguna enfermedad en cualquiera de sus miembros, la mermada pensión dificílmente cubre nuestras necesidades y menos aún nuestros sueños, la vida nos hecha en cara tales carencias y vemos el futuro con incertidumbre. Es pues el monento de descarriarse un poco de la mañana y rastrear en los variados almacenes ese título impensado, de la editorial más insospechada, que ayude a mitigar cualquier brote de ansiedad que crispa el ánimo sereno. Por un momento, te evades de todo y te quedas con la sola faceta de lector y bibliófilo. Admito que tropezarme entre el revoltillo de hojarasca libresca con algún título o edición que satisfaga las expectativas es lo más estimulante que me puede ocurrir en esa mañana. Se convierte en un hallazgo que me arregla el día, y devuelve el optimismo necesario para afrontar la aridez del resto de la jornada. Con él, mis facultades se vuelven más versátiles y dóciles para encarar cualquier tarea, incluso la literaria. Confieso que muchas veces me acuesto pensando en qué encontraré mañana: tal vez esa primera edición revendida por descuido, o aquella otra exquisita ofrecida a precio de ganga. Adquirir libros, para mí, ha dejado de ser una transacción para convertirse en una afección. El joven desprecia el mundo, la edad nos enseña a amarlo. He encontrado algunos libros valiosos por casi nada, ¿daré, al fin, con esa obra valiosa que tape algunos agujeros? Pero lo cierto es que conforme voy encontrando aumenta mi amor por los libros, y se multiplican las razones para no desprenderme de ellos.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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