Carta de presentación

Carta de presentación

 Yo hice daño a mi alma

con abrazos impuros;

desdeñoso del desdén,

me ofrecí dolosamente.

Entibiaba con besos mercenarios

las frías cenizas

de mi corazón naufragado,

sujeto a una tabla sin sostén

que pronto anegarían las profundidades:

sueños aciagos,

abstractos terrores,

tormentos de condenación,

y la mirada de un ojo

que todo lo ve.

Rumiaba con rigor

prolongado lo jugos fecales

que estreñían mi cerebro,

hasta que lavé las neuronas

en laxante crisol.

El goce que se hace mierda

sólo lo depura el ayuno cabal.

Hay un peso que te aplasta

y que recarga tu espalda

hasta baldar la esperanza,

¡arrójalo! Aprende de nuevo a caminar.

Mi espíritu está alerta,

presta la alabanza,

la casa saneada;

no admito invitados

sin carta de presentación.


Por qué me hablas de ella

Por qué me hablas de ella

 Por qué me hablas de ella.

Tú mismo dices que está lejos...

No comprendes que entre los dos

hay más de una distancia.

¿ No sabes que tus palabras

reavivan algún pálpito viejo

que se resiste a reverdecer,

destapando la venda que devuelve luz al ciego?

Cuando la nombras, renuevas mi celo,

despiertas en el corazón 

el recuerdo de sus gracias.

Hoy nos separa el tiempo,

la distancia, congojas 

desde que sus ojos miraron

con su fulgor veraniego

mi escepticismo otoñal.

¿ No sabes que cuando la nombras

me haces mal,

que la haces más mía, invitando

a mi alma a anhelar sus primores?

No. No la debo querer demasiado

cuando soporto los días con su ausencia,

las semanas vacías de su mirada tierna,

la hartura de los años sin concebirla a mi lado.

Pero sí la nombras es porque no ocultas

que ella guarda cierto afán hacia mí,

que en su pecho aún anida un deseo hospitalario,

que la separación quizá se acorte

hasta que alcance su oído

el trémulo y grave timbre de mi voz.

¿ No sabes que con tus palabras

 alientas la esperanza

de que a su corazón no lo ha colmado

ningún otro corazón?

Juramento de sangre

Juramento de sangre

 Nada fluye, parece

la palabra agostada.

No hay nada que rompa

el silencio del corazón

y avive el sentimiento.

¿ Se han desasido los lazos

que mantenían el tácito compromiso?

Por un momento creí

quebrantado el vínculo,

aunque la aldaba de tu voz

aún siga golpeando,

como si el tejido de tu alma

corriera libre por mis venas,

indisoluble el juramento de sangre.

Caminaba...

Caminaba...

 La mar estaba en calma,

el alma tranquila,

sujetas las potencias subterráneas,

caminaba.

Las aguas mansas para la vela,

sin escollos la vereda.

¿Hasta cuándo durará

esa apariencia serena?

Pues cambio es la condición

de cada cosa, y no tardarán

el repecho y la tormenta.

Sin embargo,

no nos detendrán sus presagios...

¡ Habrá que resistir 

a su fatiga y turbulencia!

Crepúsculo malva

Crepúsculo malva

 asombraba un crepúsculo malva,

bajo un fulgor rosáceo

de mórbida neblina, 

que de cabo a cabo trazaba el horizonte

bajo unas nubes deshilachadas,

arañadas por el viento y

por el sol agonizante enrojecidas

transfigurando la mar con arreboles,

impacientes aún sus olas

tras la reciente marejada.

Raros colores que encubrían lo cierto

con sutileza de celofán celeste, 

acuarela de divino pincel,

manifestándose  como ensoñación,

tentativa de mundo infrecuente.


Yo llegaba a la ciudad,

cansado de caminar,

cuando se insinuaba la noche,

perezosa de atardecer, y

los vecinos se recogían porque

el tiempo vacacional había acabado,

aliviados los paseos de muchedumbres,

ralas las cantinas de clientes,

empezando a iluminarse las farolas

con pálida claridad, aún renuentes,

y los árboles inclinábanse

con pesarosa sombra fatigada;

a lo largo de la ruta,

como líneas de fulgor,

el asfalto lo coloreaban

el alumbrado de los autos, y

con las primeras sombras decaían

los afanes del día,

invitando al recogimiento y al sueño.

Era un día cualquiera del calendario

que nos dejó un crepúsculo como recuerdo,

como un corolario de esperanza..