Crepúsculo malva

Crepúsculo malva

 asombraba un crepúsculo malva,

bajo un fulgor rosáceo

de mórbida neblina, 

que de cabo a cabo trazaba el horizonte

bajo unas nubes deshilachadas,

arañadas por el viento y

por el sol agonizante enrojecidas

transfigurando la mar con arreboles,

impacientes aún sus olas

tras la reciente marejada.

Raros colores que encubrían lo cierto

con sutileza de celofán celeste, 

acuarela de divino pincel,

manifestándose  como ensoñación,

tentativa de mundo infrecuente.


Yo llegaba a la ciudad,

cansado de caminar,

cuando se insinuaba la noche,

perezosa de atardecer, y

los vecinos se recogían porque

el tiempo vacacional había acabado,

aliviados los paseos de muchedumbres,

ralas las cantinas de clientes,

empezando a iluminarse las farolas

con pálida claridad, aún renuentes,

y los árboles inclinábanse

con pesarosa sombra fatigada;

a lo largo de la ruta

como líneas de fulgor

el asfalto lo coloreaban

el alumbrado de los autos, y

con las primeras sombras decaían

los afanes del día,

invitando al recogimiento y al sueño.

Era un día cualquiera del calendario

que nos dejó un crepúsculo como recuerdo,

como un corolario de esperanza..