La voz de la copla

A día de hoy pasa la copla tradicional  a ser juzgada bajo un prejuicio peyorativo, reconocida como una prenda desfasada del baúl de la nostalgia. En la presente sociedad global, donde impera una cultura manipulada de masas, y donde el gusto sufre bajo poderosísimas recomendaciones coercitivas,
las modas artísticas varían según el canon que las influencias prefiguran para las muchedumbres. Por poner un ejemplo, durante un tiempo asimilamos el fenómeno Beatle como un acontecimiento desaforado y desmesurado. Solo hoy comprendemos que aquello no era más que una ilusión, que se trataba solo de unos jóvenes que ejecutaban una música pegadiza, cuyas letras eran más bien ñoñas o intranscendentes. Yo, como muy buen vástago de mi generación, también consideré a la copla como anticuada y palurda, porque nos daba la imagen de esa España de la que pretendíamos emerger. En ella se amalgamaban los sones de la patria inmovilista, esa España de charanga y pandereta machadiana, en la que pervivía toda la tradición de majas y manolas decimonónicas, espejo de lo popular en su sentido más degradado.
En los últimos tiempos tengo la oportunidad, debido a una larga convalecencia por enfermedad de mi madre, de escuchar reiteradamente aquellas viejas canciones que constituyen el acervo de la tonadilla española. Para mi madre, que cuenta 94 años, aquellas melodías conformaron su universo musical y emotivo. Tras escucharlas repetidamente, uno comienza a reconocer las excelencias de algunas de ellas, a identificar a los cantantes y a valorarlas más allá de pedantes prejuicios. Pronto se da uno cuenta de que entre las grandes de la copla española se destacaba el bien decir de Concha Piquer. Si acaso su voz no era la más lírica y colorista, su técnica interpretativa alcanzaba la maestría. Tatuaje, Ojos verdes, En tierra extraña, y tantas otras dejan ver su talento inimitable. Concha Piquer, sin duda era la diva en el género. Pero quería hacer hincapié en un cantante que también  acaparaba las mejores virtudes como intérprete. Me refiero a Juanito Valderrama, cantante más arraigado en lo popular que la propia Concha Piquer. Hay una copla titulada Su primera comunión, en la que Valderrama vierte toda la emoción que despierta en él la ceremonia de la primera comunión de su hija. Impregna la canción un prístino fervor, descubriendo la verdad allí donde se envuelve de inocencia y donde el sentimiento religioso, en toda su cándida hermosura, nos hace reconocer un tiempo donde de los corazones manaba la más cristalina sinceridad. Sentimientos de la cristiandad
más modestamente bella que pueda surgir de la voz más ferviente y popular. Una pureza innata, devotamente humilde, que ya no encontramos en los tiempos demonizados que vivimos. La cínica vivencia de hoy día ha perdido cualquier atisbo de candor.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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