Náufrago

Náufrago

 Naufrago en tu amor,

anegado entre las aguas,

a deriva sin la boya de tus brazos,

sin seguridad de estrella que me guíe,

buscando el rescate entre las olas

antes de que el mar me engulla

desde los pies al último pedazo.

Sólo soy docto en desamor,

mis lomos se desangran por su puya,

que lesiva ahorma mi constancia,

y ya de nada valen las patrañas

de celos, de versos y de tragos,

pues todos mis rincones se han anegado

y buscan un cementerio entre tus brazos

como ratas fugitivas que abandonan mi barco.

Camino por el valle de la sombra del deseo,

desvalido, escuálido, desolado, mendigo,

y sólo busco remanso en tu regazo,

donde fundirme con tu fuego,

 leña seca quemando en su brasero

hasta que la llaga del alma desvanezca

y yo muera en el deliquio que pretendo.

Mujer de mi flaqueza, gobiernas mi libido

en las aguas inciertas de mi entraña.

y tu voz zarandea el débil bajel de mi deseo

que dócil acude como huérfano

para sucumbir en el engaño de tu gozo.

Tiene el amor profundidad de pozo,

hondo calado de mar donde naufrago.

Aborrece

Aborrece

 El bolígrafo...estéril

sobre el papel yerto,

un rompecabezas de razones

en desacuerdo, y en el pecho

un crisol de sentimientos.

Aborrece

la llama fría en el alma

cuando no encuentras

otro argumento que silencio.

Es necio, porque tenemos

muchas cosas de qué hablar

y lo sabemos, pero 

las guardamos para adentro.

La conciencia está habitada

de frases calladas que pugnan

por aflorar como susurro,

como palabra, como grito,

como un enjambre de gozos

y dolores que procuran el canto:

ese fruto que transforma

el quebranto en esperanza,

a la agonía que acongoja

en alabanza sobre penas,

a la lucha de las entrañas

en paz que recorre nuestras venas.

Letanías

Letanías

Ya de antes conocía 

que nuestro flirt sería breve,

que sería flor corriente

que se arranca de camino

para embriagarse de aroma

y arrojarla pronto al olvido.

Conocía ya de antes

y conocía su después,

esa imagen desengañada

de quien se pierde en letanías,

mientras se mira al espejo

considerándose viejo,

apurando un vino amargo

en un cochambroso café.

Por sus cristales miraría

la tarde que va muriendo

como va muriendo el alma

que no puede comprender.

Del vino a las soledades,

a qué poco la vida sabe

si se mantiene escondida

del corazón la verdad.


El precio del amor

El precio del amor

 No puedo decir que la quiero como antes...

Es tan breve el presente y tan hondo el recuerdo.

Los días son aciagos si su memoria falta

y largas las noches abrazando una ausencia.

Proseguir ese deseo abre un sendero

de pasos inseguros, de metas inciertas,

de jornadas efímeras que repiten un crepúsculo.

No vale jugarse el todo en manos de un azar.

Prolongarse en  la añoranza del encuentro lleva

a la ilusión de no resignarse a sí mismo,

de consolidar una esperanza sobre barro pasajero.

Han cumplido sus quebrantos la cruz

en mi pecho, allí se vieron la cara

el cielo y el infierno. No puedo decir

que ganó la dicha, pues en la cicatriz 

de la soledad  perduran los tormentos.

Beber de ese manantial de dulzura deleitosa

después de pagar el doloroso precio del amor:

agonizar en el madero hasta dar a beber tu sangre.

Amar es morirse a sí mismo para perdurar por el otro.

Candente mar

Candente mar

 Vi el azul del mar

bajo el azul del cielo,

inmenso azul,

brillaba el sol

en la tersa superficie

candente en que fraguaba

el milagro de la vida.

Allí eran uno tiempo y vida,

allí irradiaba en esperanza

el milagro de los siglos,

el  triunfo de un presente

sobre el olvido o la muerte,

viva presencia de Dios.